viernes, 6 de marzo de 2009

LAICA O LIBRE

Extractado del trabajo de Patricia Alejandra Oribe
La promoción de la enseñanza libre, iniciativa del gobierno militar en 1955, que fue retomada y consagrada por el frondicismo tres años más tarde, conmovió profundamente al ámbito universitario e involucró a numerosos sectores que se sintieron afectados por el debate.

En las principales ciudades del país, la polémica alcanzó altos niveles de movilización y generó una dinámica de transformaciones que llevaría a la definición de un escenario político universitario en tensión. El 23 de diciembre de 1955, el gobierno de la Revolución Libertadora, encabezado por el Gral. Aramburu y elAlte. Rojas, dictó un decreto-ley6403 sobre la Organización de las universidades nacionales. Marcaba las pautas a seguir durante ese nuevo período transitorio hacia la normalización de la vida universitaria, prometiendo el respeto de la autonomía, la libertad de cátedra y el cogobierno, exigiendo a cambio la exclusión de los claustros de quienes hubieran colaborado con el gobierno peronista 1. El decreto reflejaba de esta manera la firme intención del gobierno de “desperonizar” el Estado y la sociedad argentina.

Pero sería el art. 28 de esta norma, el cual desataría la polémica, ya que establecía que “...la iniciativa privada puede crear universidades libres que estarán capacitadas para expedir diplomas y títulos habilitantes siempre que se sometan a las condiciones expuestas por una reglamentación que se dictará oportunamente”. Hasta el momento, ninguna ley argentina prohibía el establecimiento de institutos y universidades privadas, y de hecho, no pocos ya existían en el país ;pero el otorgamiento de títulos profesionales habilitantes seguía siendo una atribución exclusiva del Estado. De esta manera, el art. 28 introducía una gran innovación que favorecía indudablemente la promoción de las universidades privadas en su competencia con las estatales.

Expresando su repudio, distintas organizaciones estudiantiles, identificadas mayoritariamente con las banderas de la Reforma de 1918, salieron a la calle y manifestaron públicamente su oposición al decreto y a ese artículo en especial, por considerarlo como un ataque a la tradición universitaria argentina : laica, estatal y democrática. Asimismo se pedía al gobierno la renuncia de Atilio Dell’Oro Maini,Ministro de Educación, promotor de esta iniciativa y figura repudiada por el movimiento reformistapor estar ligado a sectores clericales. Ante esta situación, el gobierno decidió estudiar el problema en profundidad y al ver que las opiniones dentro de su propio seno se encontraban divididas, relegó la reglamentación del art. 28 y desplazó a Dell’Oro Mainicon lo que la cuestión pareció liquidada en mayo de 1956.

Pero no fue así. Resurgió dos años más tarde, en 1958 de la mano del Dr. Arturo Frondizi. Este había llegado al gobierno nacional con la promesa de transformar al país a través de su proyecto desarrollista. Consistía en buscar el máximo desarrollo de las fuerzas productivas y la integración de los distintos sectores para promover el crecimiento económico nacional, con la ayuda de capital extranjero. Para ello era indispensable la formación de recursos humanos acordes almodelo económico que pretendía aplicar en el país ; en consecuencia debía modificar el sistema educativo, principalmente en el ámbito universitario.

Con el objeto de diversificar la oferta educacional, especialmente en la formación de técnicos, Frondizibuscaba promover la apertura de nuevos centros de enseñanza superior fuera de la órbita estatal. Con esta intención, el 26 de agosto de 1958 anunció ante la prensa que el gobierno estaba estudiando los medios jurídicos para hacer efectiva la aplicación del principio de libertad de enseñanza, consagrado en el art. 14 de nuestra Constitución, en el ámbito universitario.

La repercusión fue inmediata, dado que la vaguedad del anuncio presidencial llevaba a prejuzgar que ahora sí se reglamentaría el art. 28. Pero el movimiento universitario nacional no se encontraba en las mismas condiciones que en 1955, cuando había luchado contra este problema por primera vez. Desde entonces, habían ido consolidándose las diferencias entre los “reformistas”: se veía en 1958 una clara división entre los sectores más antiperonistas y las corrientes de izquierda, que condenaban la política revanchista que se llevaba contra el peronismo en todos los planos.
La correlación de fuerzas dentro de la dirigencia estudiantil en general y de la FUA en particular, comenzó a ser favorable a estas últimas tendencias conformadas por independientes, algunos radicales, socialistas, del Movimiento de Liberación Nacional y comunistas. Compartían, a grandes rasgos, un ideario popular y nacional, que consistía en la reforma agraria, la nacionalización de los monopolios y las fuentes de energía, la autonomía y el gobierno tripartito en la universidad, con carácter igualitario, la enseñanza laica y la facultad inalienable del Estado a través de sus universidades para otorgar títulos habilitantes.

Paralelamente, habían empezado a organizarse agrupaciones no-reformistas, que se adscribían en la corriente del “apoliticismo”. Esta postura procuraba separar las reivindicaciones pedagógicas de los contenidos político-ideológicos impulsados por los sectores estudiantiles dominantes en la universidad. Aún así, sus dirigentes se identificaban con las corrientes católicas o nacionales, y también eran firmemente antiperonistas. Fueron estas agrupaciones las que apoyaron abiertamente la iniciativa gubernamental de promover la enseñanza libre y se vieron enfrentadas al resto del movimiento universitario nacional, que encabezado por la FUA se lanzó a la defensa de la enseñanza laica.

Si bien la antinomia que desató este enfrentamiento trascendió como LAICA o LIBRE, al recurrir a los argumentos de fondo, podremos observar que lo que verdaderamente estaba en pugna era la hegemonía de las universidades estatales sobre las privadas en materia de formación profesional y la igualdad de derechos de universidades estatales y privadas en ese campo.

El choque entre partidarios de ambas posiciones se extendió a todas las universidades del país y a numerosas escuelas secundarias. Los sectores reformistas que enarbolaron la bandera de LAICA eran mayoritarios dentro del movimiento universitario y contaron con la adhesión de amplios sectores de estudiantes secundarios, profesores, padres, sindicalistas y de las mismas autoridades de las universidades nacionales. Buscaban la derogación del art. 28 y la sanción de una nueva ley universitaria que mantuviera el monopolio estatal en el otorgamiento de títulos profesionales, y con este objetivo se realizaron huelgas, junta de firmas adherentes, ocupación de facultades y asombrosas movilizaciones, la mayor de las cuales tuvo lugar el 19 de septiembre frente al Congreso donde se debatía el proyecto.

El enfrentamiento en las calles llegó hasta los extremos de la violencia, dejando un saldo notable de heridos en distintos lugares del país. En los focos de mayor agitación, el gobierno nacional o local, recurrió a la policía montada para disolver manifestaciones de estudiantes utilizando gases lacrimógenos. Escenas similares se repetían cuando eran desocupados por la fuerza las facultades y los colegios secundarios tomados por los laicistas, y se rompían las huelgas estudiantiles en ciudades como Córdoba y Capital Federal.

Pero el 30 de septiembre, el combatido art. 28, frases más, frases menos, en esencia, se convirtió en la ley 14557 y la situación se agravó, porque el gobierno, luego de su triunfo en el Congreso, endureció su actitud decretando por el término de 30 días, la prohibición de reuniones o manifestaciones en público, con lo que aumentó la represión policial .

Hacia fines de octubre, se levantaron las últimas ocupaciones, y la dirigencia estudiantil en las distintas universidades, orientada por la FUA, fue cambiando de métodos de lucha hacia la difusión masiva de las ideas reformistas para contrarrestar el avance de sus opositores triunfantes y hacia la integración con el movimiento obrero. Temporariamente, el movimiento universitario entró en un período de reflujo y reflexión.