domingo, 29 de diciembre de 2013

LA UNIVERSIDAD

He extractado  solo  una parte de un  discurso de toma de  posesión del Rectorado de una Universidad colombiana  presentado en una publicación de aquel país, que en reconocimiento a Borges se llama  Revista Aleph.  (Isaza JF. La Universidad, signo estratégico de nuestro tiempo. El Aleph  Viernes, 16 Junio 2006 . Disponible en : http://www.revistaaleph.com.co/component/k2/item/51-la-universidad-signo-estrategico-de-nuestro-tiempo.html)

Me pareció interesante el recorrido de la historia de las universidad que presenta en forma sintética, nombrando muchos de los temas que se trabajan en la clase.  Los subrayados en rojo son personales, la idea era marcar los diferentes temas  que aquí se presentan. 


.. “Una idea básica de qué es una universidad, que tiene aceptación general, es la de que se trata de un sitio de encuentro -real o virtual- donde se transmite y se crea conocimiento. Sin embargo, ni la transmisión de conocimiento ni la investigación son monopolio de las instituciones de educación superior. Puede avanzarse la hipótesis de que una universidad requiere al menos de docentes, investigadores y estudiantes. Pero algunas universidades no satisfacen estos mínimos. La Universidad de Naciones Unidas no tiene estudiantes ni profesores, carece de campus, pero es un centro de investigación, a escala planetaria, sobre temas trascendentes del desarrollo y la paz.

La tradición occidental quiere que el origen de la Universidad sea la agremiación de estudiantes y maestros que se crea en Bolonia, supuestamente hacia el año 1090, y que luego se extiende a París y Oxford. Su origen gremial, autónomo en el sentido de evitar que los príncipes ejercieran su poder y orientación, la llevó a aceptar protección de los obispos como una forma de defender su autonomía. No deja de sorprender cómo cambian los tiempos.

La procedencia de los estudiantes de diferentes estados, provincias, obispados o reinos; su carácter pan-europeo, que el eurocentrismo denomina universal, le dio el nombre a la institución que antecedió en varios siglos al Estado-Nación.

El origen de la universidad medieval hay que buscarlo en los monasterios y en las escuelas catedralicias. Quienes consideran que la esencia de la universidad es la investigación se verán llevados a aceptar que los monasterios, como centros de preservación e interpretación de la cultura clásica, encajan en el concepto de“centros de investigación” y, por lo tanto, serían precursores de la Universidad.

Dos siglos antes de la creación de la Universidad de Bolonia, en la multicultural, multireligiosa y tolerante ciudad de Fes, se crea bajo la iniciativa de Fátima, la hija del califa, un centro de estudios que va más allá de las “madrazzas”, en las cuales sólo se enseñaba el Corán. Allí se estudiaba la astronomía de Al Biruna, quien, 400 años antes que Copérnico, publicó el sistema heliocéntrico como un mejor modelo del cosmos que el geocéntrico, el cual es el aceptado en Europa hasta bien entrado el Renacimiento. Si se reconoce que el conocimiento de medicina, hidráulica, aritmética imperante en el Norte de África y Andalucía, era muy superior al de la Europa de Carlomagno, y que con alta probabilidad estas artes se enseñaban en Fes, no parece existir razón válida para no darle a esta institución el calificativo de universidad, como lo señala Carlos Augusto Hernández. Al mismo tiempo, en Bagdad y en Córdoba podían encontrarse aspectos de la sabiduría de Aristóteles y de la poesía filosófica de Platón; allí podía aprenderse la matemática de Arquímedes, las claves de la música y el orden del cosmos; allí se hacía visible la inteligencia universal que Averroes leyó en Aristóteles; una inteligencia compartida por los hombres de religiones y culturas antagónicas. Estos centros son los predecesores de la teoría de tolerancia y espíritu crítico que pregonarán luego Abelardo y Lullio, humanistas antes del humanismo, defensores de la autonomía de la razón y del diálogo intercultural.[Cultura, Artes, Humanidades. Carlos Augusto Hernández, Juliana López. Serie Calidad de la Educación Superior No. 11 ICFES 2002.]

Es bueno recordar que los conceptos de tolerancia religiosa y cultural imperantes en la civilización islámica en el tránsito del primer milenio se fueron disolviendo como una respuesta a las guerras de agresión denominadas “Las Cruzadas”. El desconocimiento de la historia lleva a repetir errores con consecuencias perversas.

Si nos remontamos más hacia el pasado, se encuentran centros de educación superior e investigación que bien merecen el calificativo de universidades. El museo y la biblioteca de Alejandría, cuya financiación corría a cargo de los faraones de la dinastía de los Ptolomeo, parece ser uno de los primeros ejemplos de financiación “oficial”, aunque es bueno reconocer que en esa época, en forma más generalizada que en la actual, algunos gobernantes confundían los recursos del estado con los propios.

Es difícil no aceptar que la Academia de Platón se constituye como una institución precursora de la universidad europea. Hay indicios para aventurar la hipótesis de que su financiación corría a cargo de los estudiantes, personas de abolengo de la sociedad ateniense; otra parte corría tal vez directamente a cargo de Platón, descendiente de reyes y gobernantes, heredero de tierras que hoy llamaríamos de alta valorización. La academia funcionaba en los terrenos de Academus, cuyo propietario la heredó de Hiparco (quien no debe confundirse con el astrónomo del mismo nombre). En este terreno se edificó el museo, salones y habitaciones para maestros y estudiantes. ¿No rememora este concepto al de las primeras universidades europeas que creían que el internado debía ser obligatorio para permitir el intercambio de ideas y saberes?

De la Edad Media al Renacimiento

La enseñanza en la academia del medioevo se concentraba en el trivium y el cuadrivium. El primero comprendía la lógica, la gramática y la retórica, esta última muy útil para tareas como la redacción de cartas y discursos, tareas esenciales para la supervivencia del estado. El segundo comprende la aritmética, la geometría, la astronomía y la música. Es bueno recordar que todo el conocimiento matemático, hasta bien entrado el siglo XVI, es similar al que hoy tiene un buen estudiante de bachillerato: la geometría de Euclides, las cónicas de Apolonio, la aritmética de Arquímedes y de Diofanto.

El tránsito hacia la academia del Renacimiento se produce cuando los humanistas abandonan el cuadrivium y le dán énfasis a la filosofía moral y particularmente a la literatura. Este paso es liderado por Abelardo, al insistir en el análisis crítico de los textos clásicos como oposición al escolasticismo “el maestro dice”. Sacrificando un poco el rigor puede decirse que la transición refleja el reconocimiento de lo que los textos pueden describrir: realidades (historia) o mitos; la literatura aparece así como género independiente.

Es imposible no evocar la similitud con la situación actual que permite el acceso a todo tipo de información, gracias a la tecnología del Internet; lo que hace necesario desarrollar el pensamiento crítico que permita diferenciar entre información calificada, validada con metodología crítica, y los simples datos, algunos de ellos inconsistentes. Parafraseando a Morin, hay que dar el paso de los datos a la información, de ésta al conocimiento y de éste a la sabiduría. ¿No es éste uno de los objetivos básicos de la educación superior?

Hoy como ayer la Universidad debe desarrollar el pensamiento crítico y analítico, el manejo de símbolos y lenguajes elaborados, la capacidad para contextualizar y asumir la conciencia de la responsabilidad social que implica el poder que se deriva del conocimiento.

En el siglo XIX se produce una profunda modificación en la concepción de la Universidad, la denominada reforma de Humbolt, la investigación como la prioridad del oficio universitario para que éste contribuya a la consolidación del estado-nación.

El dramático descenso en los costos de transferir información ha ido permeando cambios en los sistemas de enseñanza en la universidad: aparece la universidad virtual, la no presencial. Sin embargo, persistirá el método de enseñanza directa profesor-alumno, unido a las nuevas tecnologías. Quienes decretan la muerte del sistema tradicional de enseñanza tal vez no recuerdan que un método no presencial -los cursos por correspondencia-, tuvieron su época antes de la segunda guerra mundial y murieron cuando la Universidad expandió sus campus y fue posible que un porcentaje significativo de la población joven pudiera acudir a ellas.

La universidad como sitio de encuentro

La historia de la universidad muestra qué tan antiguas son las notas esenciales de esta institución y cómo se transforma en el tiempo. También muestra la diversidad de sus formas de existencia y aporta sugerencias valiosas para descubrir espacios descuidados de trabajo intelectual y de goce del encuentro con el conocimiento.

En su novela Baudolino, Umberto Eco recrea el origen de la Universidad de París. Antes de la construcción de las aulas, el intercambio de académicos y estudiantes tenía lugar en las casas de éstos o aquéllos, pero el más importante sitio de discusión y aprendizaje era la taberna. Poco a poco se va estructurando la infraestructura de aulas y la taberna va cediendo el paso al café. 

Esta institución -fundamental de la universidad- permitió también, en concepto de Steiner, [George Steiner “La Idea de Europa”. Biblioteca Editorial Siruela 2005.] configurar la idea de Europa. En sus palabras “Europa está compuesta de cafés. Éstos se extienden desde el café favorito de Pessoa en Lisboa hasta los cafés de Odessa. No hay cafés en Moscú, que es ya un suburbio de Asia... ninguno en Norteamérica... El café es un lugar de cita y la conspiración por el debate intelectual y el cotilleo... Quienes quisieran conocer a Freud, a Musil, a Carnap sabían en qué café buscarlos.” En el café la Choppe, Sartre escribe El ser y la nada, y en uno de Ginebra Lenin escribe su tratado de empirocriticismo y juega al ajedrez con Trotsky.

El campus universitario que se está consolidando en el centro histórico de Bogotá debe complementarse con los otrora llamados cafés literarios y con espacios amables en donde puedan discutirse inquietudes de filosofía y problemas de ciencias, entre estudiantes y profesores que, despojándose de su investidura y de la barrera que impone un escritorio, permitan un diálogo más constructivo.

Como las palabras crean realidades, el concepto de disciplina evoca la autoflagelación; está asociada al castigo y nombra una especie de látigo como instrumento para causar dolor. La modificación de los espacios y la forma de acercarse a los saberes -no a la disciplina- permite el tránsito hacia el placer del saber. [[Disciplinas. Carlos Augusto Hernández, Juliana López. Serie Calidad de la Educación Superior No. 4 ICFES 2002.]]
En esta forma se complementa el objetivo de la pertinencia de la enseñanza con el hedonismo, en el sentido del placer y del enviciarse por el conocimiento.[Antanas Mockus, “Pertinencia Futuro de la Universidad Colombiana”. Bogotá 1994 - Mimeógrafo]

Esta idea de que, a pesar de la dificultad de algunos temas, el estudio no se opone a la felicidad es también muy antigua. El Liceo de Aristóteles era una institución dedicada a la satisfacción del deseo de saber.[Fabio Ramírez, S.J. “Las Formas del Saber según Aristóteles”. Universidad Javeriana 2001.]

Misión de la universidad

El avance de la globalización, o mundialización en palabras de Derrida, está modificando profundamente el objetivo de la educación superior. Marek Kwiek señala que el concepto de estado-nación como un proyecto político y cultural se está debilitando. Adicionalmente, el papel del Estado, y en particular el del Estado benefactor, está decreciendo y con él su instrumento ideológico -la universidad-, cuya concepción está inspirada por la de Humbolt al reformar la universidad alemana.

Este modelo de educación superior aún conserva su influencia en la universidad latinoamericana, pero el objetivo de apoyar la cultura nacional y formar personas educadas para vivir en el Estado nación se va diluyendo. Hoy no es extraño encontrar voces que proclaman que el papel de la universidad debe ser el de una corporación educativa que tenga como objeto entrenar especialistas en forma rápida, barata y eficiente.[Marek Kweik “Globalization and Higher Education” CARFAX Publishing - Higher Education in Europe” Vol. XXVI No. 1, 2001.] 

Sin embargo, este objetivo ignora que el papel de la Universidad no es sólo formar profesionales para satisfacer las necesidades de la sociedad, sino fundamentalmente formar personas para que puedan vivir plenamente y en lo posible conocer el ideal de la felicidad.

Si se tiene en cuenta el cambio demográfico y la creciente productividad, no es de extrañar que en poco tiempo, la vida laboral de un profesional tendrá una duración inferior a su vida como jubilado o tendrá jornadas laborales de menor duración y con alta necesidad de emplear productivamente, en el sentido de desarrollo cultural e integral, su tiempo libre.

El más noble objetivo de la Universidad es el de conducir al hombre a la Ilustración, en el sentido que Kant le da a este concepto: la superación de la “minoría de edad” que significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro.


En palabras de Kant “¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un director espiritual que remplaza mi conciencia moral... Si puedo pagar no necesito pensar, otros asumirán por mí tan fastidiosa tarea...”

 El resto del texto presentaba discusiones sobre la universidad colombiana en forma mas especifica

viernes, 7 de junio de 2013

UNIVERSIDAD NACIONAL DE CORDOBA

El origen de la Universidad Nacional de Córdoba se remonta al primer cuarto del siglo XVII, cuando los jesuitas abrieron el Colegio Máximo, donde sus alumnos –en particular, los religiosos de esa orden– recibían clases de filosofía y teología. Este establecimiento de elevada categoría intelectual fue la base de la futura Universidad.
Bajo la tutela de los jesuitas y el impulso del Obispo Juan Fernando de Trejo y Sanabria, en 1613, aunque no estaba autorizado para otorgar grados, se iniciaron los Estudios Superiores en el Colegio Máximo de Córdoba.
El Breve Apostólico del Papa Gregorio XV, fechado el 8 de agosto de 1621, otorgó al Colegio Máximo la facultad de conferir grados, lo que fue ratificado por el monarca Felipe IV, a través de la Real Cédula del 2 de febrero de 1622.
A mediados de abril de ese año, el documento llegó a Córdoba y el Provincial de la Compañía, Pedro de Oñate, con el acuerdo de los catedráticos, declaró inaugurada la Universidad.
Oñate redactó el reglamento del organismo, cuyos títulos tenían validez oficial. Con el nacimiento de la Universidad Nacional de Córdoba, familiarmente llamada Casa de Trejo, comenzó la historia de la educación superior en la República Argentina.