lunes, 28 de mayo de 2012

COMIENZOS DE LA EDUCACIÓN MEDICA ARGENTINA


Este es un extracto de una pequeña parte del trabajo publicado en la  revista Historia de la medicina y epistemologia del Departamento de Historia de la Medicina de la Facultad y cualquiera puede leer por Internet en forma completa.

Moratal Ibañez LM. La salud y la medicina en la ciudad de Buenos Aires en la época colonial. Revista de historia de la medicina y epistemología médica. 2011;Vol 3 Nº1

DISPONIBLE EN : http://www.fmv-uba.org.ar/histomedicina/index1024x768.htm

MÉDICOS Y OTRAS YERBAS


Si bien había médicos en la colonia, muchos ostentaban títulos dudosos y además se encontraban toda clase de personas que ofrecían oficios de lo más variados para curar diferentes males sin que mediara ningún control para ello. En la misma España, se reconocía dos clase diferentes de médicos; los médicos latinos, aquellos recibidos en las universidades y que por lo tanto hablaban el latín que era el idioma académico de aquella época y otros denominados médicos romancistas que generalmente actuaban en las comarcas alejadas y se habían formados realizando tareas al lado de un profesional y pero sin estudios académicos. Este título comenzó a ser reconocido por el propio Protomedicato español. El listado de estos “auxiliares médicos no universitarios”, era bastante largo dependiendo de su habilidad. Estaban los algebristas, que se ocupaban de las luxaciones; los barberos, sangradores y flebotomistas que realizan cortes y sangrados; los litotomistas o sacadores de piedras; los oculistas obatidores de la catarata, los ventoseros que aplicaban ventosas, los lamparoneros que abrían accesos, las parteras comadronas y otros más.
Pero además de ser un grupo muy variado, nadie controlaba ni la formación recibida ni las actividades que desarrollaban. El Protomedicato era una institución creada en España para controlar el ejercicio de la medicina, cirugía y farmacia, el cual también se estableció en estas tierras, creándose uno en México y otro en Lima ya que los docentes de prima de Medicina de cada universidad eran los que ocupaban el cargo de protomédicos. Todos los territorios hispanos del América de sur dependían de Protomedicato de Lima, demasiado alejado de Buenos Aires como para poder controlar lo que aquí sucedía. La situación recién empezó a cambiar en 1778, fecha en la cual el virrey Vértiz solicitó la creación de un Protomedicato con sede en esta ciudad, con la función primaria de vigilar el ejercicio del arte de curar, pero también la de ejercer la docencia y atender a la formación de profesionales. Aunque con mucha reticencia de España, fue elegido el Dr. Don Miguel Gorman de origen irlandés, como el primer Protomédico General y Alcalde Mayor de todas las facultades de Medicina, Cirugía, Pharmacia y Phlebología.

Este régimen fue comunicado a las provincias en 1780 por una circular cuya parte fundamental decía “Y no permitir desde el recibo de esta, en adelante en ningún pueblo de españoles de esa provincia, el que alguno entre de nuevo a ejercer la medicina, cirugía, farmacia y flebotomía, sin que primero conste en recaudos bastantes y en debida forma, haber sido examinado por el Real Protomedicato de esta ciudad, merecido la aprobación de los exámenes y hallase en consecuencia autorizado para ejercerla”

El 7 de diciembre de 1803, antes que se hubiera formado ningún médico en estas tierras, el Tribunal del Protomedicato elevó a las autoridades la nómina de los 27 médicos y cirujanos que estaban habilitados para ejercer su profesión en todo el virreinato. Ante la escasez de los mismos para cubrir las necesidades de una comunidad en crecimiento, el Protomedicato decide crear la Primera Escuela de Medicina que funcionó en este país, la cual abrió sus puertas en 1801. Los primeros médicos argentinos fueron los alumnos que comenzaron sus estudios en esta Escuela.

Juan Maria Gutiérrez en su libro expresa claramente los esfuerzos que tuvieron que hacer docentes y alumnos de esta primer camada de médicos recibidos en el país “ en el año 1806 se concluyó el primer curso del que salieron jóvenes médicos, adornados de conocimientos, que no era de esperar en el estado de la literatura del país y en la improporción con que fueron enseñados; sin un laboratorio químico, ni un anfiteatro anatómico, el trabajo del maestro hubiera sido inútil, si el genio del uno no hubiera suplido la falta del primero y si costeando el otro a sus expensas los útiles necesarios a la disección de cadáveres no hubiera cubierto la falta del segundo”

Nuevos acontecimientos modificaron profundamente la calma de la ciudad y los médicos y estudiantes de medicina se vieron forzados a realizar sus primeras experiencias médicas y quirúrgicas en las propias calles de Buenos Aires atendiendo cientos de heridos graves. Las Invasiones Inglesas producidas en 1806 y 1807, fueron una prueba de fuego para ellos. La ciudad no estaba preparada para la atención de tal caudal de heridos y resultaron insuficientes los recursos médicos y edilicios que se tenían para hacer frente a una situación de tal magnitud.